Encontrábame yo muy poco dispuesto a tomar clase con la magnánima Ana María cuando en un arranque de pelotas, decidí irme de ahí sin acercarme aunque fuera un poquito a la clase. Abandoné el COLLHI sin ningún remordimiento dejando atrás a Lilo y a Julien (el francés que no habla). Anduve por la 3 ote. con dirección a la 2 sur y en llegando a la esquina doble sobre la dos sur en dirección al parque del Carmen (dirigíame yo a ciertas diligencias). Así transcurrían mis pasos sobre la acera mirando mi hermoso rostro en los vidrios de los autos estacionados cuando a la altura del Museo Amparo, escucho uan voz que me nombra "Renato" a lo lejos, al escuchar de este modo el viento maniatado volteó, primero con recelo y después con disimulada paranoía y un ser, de menudas tallas y breves pasos efundado en ropajes color naranja se aproximaba a mí (debo decir que mi visión a la distancia es pésima, así que me costaba reconocer aquel rostro infame). Aquella delicadeza extrema volvía a la aparición aun más temible, estaba como a cinco metros de distancia cuando pude al fin distinguir aquel rostro, que con voz cadenciosa me preguntaba: "oye ¿no hay clase de romanticismo?" Era Dôni, estaba en lo que me pareció una comida de felice recordación. Eso fue todo, intercambiamos impresiones, hizo el pase de lista: "¿has visto a Gina, a Parra? A todo eso contesté que no. Me despedí y seguí mi camino, no sé qué pasó después, cuál fue el desenlace o cuál es su mitad de la historia, lo que sí sé, es que hoy se me apareció Dôni cerca del museo Amparo.
1 comentario:
¿Cómo le hiciste para recordarlo todo?
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